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Mostrando entradas de mayo, 2013

El Hombre del Noveno G

Serían las siete de la tarde cuando volviendo de un concierto local decidí hacer una parada en casa de mi amiga Candela. El inhóspito y silencioso portal de aquél edificio antiguo y sus interminables pasillos jamás se me antojaron como hogar y mucho menos después de lo acontecido aquél escalofriante domingo. Ni un inofensivo rayo de luna se atrevió a penetrar entre las ranuras de aquellas persianas viejas. Saludé a mis amigas, más por intuición que por lo poco que me ofrecían aquellas siluetas en penumbra. Me acerqué con cautela y ahora sí pude ver el brillo de sus ojos abiertos como platos y clavados al televisor. Estaban viendo una película de miedo ignorantes de que aquél instante sólo era el prólogo de lo que se nos venía. Esperé en silencio, ajena a un terror que invadía la estancia, pero pronto esa atmósfera de suspense se apoderó de mí y me impregnó de inquietud. Jugueteé con Vira, una simpática cachorra bretón, no sé si para disimular mi malestar o por si al fingir nor

Celia Acaba de Nacer

Había llegado febrero, Celia recién estrenaba sus quince años y con ellos se materializaba la promesa de su madre de dejarla salir sola con sus amigas por primera vez. Reinaba el silencio tan solo interrumpido por el traqueteo del enérgico paso de páginas con el que Celia devoraba el catálogo de disfraces, aunque si finalmente no le llegaba a su madre el dinero para un modelo de los grandes almacenes, ella misma, que no era niña caprichosa, compraría las telas y su abuela, docta en tareas textiles, le haría un disfraz mucho mejor. Celia no es que fuera especialmente presumida, ella jamás se sintió guapa. En el colegio su madre nunca se preocupó de hacerle lindos peinados infantiles con orquillas de colores como veía a sus compañeras, jamás paseó los clásicos zapatitos de charol que asomaban calcetines con puntilla, ella llevaba chándal y coleta que combinaba según el día con diadema. Vestía sencilla, lo justo para cubrir su cuerpo. Avergonzada de no gozar de la belleza de sus amig

Te voy a Poner en tu Sitio

Acabo de leer el discurso de una niñata arremetiendo contra las mujeres que llevan escote y falda corta, y no contenta con eso, sentencia a las que se acuestan con un chico la primera noche. Como es de esperar, se me encienden las alarmas feministas, y por supuesto te voy a poner en tu sitio. Primer punto: Tus palabras son más propias de la santa inquisición que de una persona del siglo XXI y viniendo de boca de una mujer me parecen de película de terror Segundo punto: Te aseguro que si yo tuviera el maravilloso cuerpo que tienen algunas me estaría planteando incluso ir en pelotas. Qué mala es la envidia. Tercer punto: Has visto muchas películas americanas...El chico le abre la puerta del descapotable, la acompaña a la entrada y le da un beso de tornillo.¡Qué aburrimiento! Lo que nunca nos cuentan en la peli es hacia donde se dirige el chico cuando se marcha engominado con las pulsaciones por las nubes. Y por último: Si quieres ser feliz en la vida es hora de que deje

Gracias por Sonreír

Las adversidades del día a día, los recuerdos que nos atormentan, el miedo a lo que pasará, los complejos, las frustraciones, el enfado, el reclamo de una justicia que nunca llega, la angustia de la necesidad, la dignidad olvidada, el sometimiento imperativo, el alivio de las migajas, la impiedad, la desesperanza... Y estando yo a 180 grados entregada a las llamas del mundo, miré hacia arriba y vi llover agua fresca que me devolvía a la vida, lluvia salada que curó mis heridas, convirtió la superficie en humo apaciguador que me aislaba de lo malo y me cegaba, y ese agua fresca era su sonrisa. Incalculable es la admiración que siento hacia los que ríen en la tristeza y nos hacen sonreír. Gracias a esos malabaristas de la emoción que hacen filosofía de la comicidad. Esas personas que en las peores situaciones son capaces de dibujar nuevos pliegues en nuestra piel, titiriteros de la comisura, porque ellos son la verdadera medicina frente a tanto desconsuelo. Pongan fin al dr

Ahora Sí Puedo Verlo

Si él no existiera yo no estaría pasando frío en una callejuela del extrarradio de Barcelona a 600 kilómetros de mi casa. No hubiera tenido que cenar esas estúpidas hamburguesas congeladas aliñadas con ketchup, ni estaría repasando renglones mentalmente intranquila por la intriga de saber si algo fallará, esforzándome por mantenerme ajena del ocio que me rodea y prudente ante ese frágil hilo que conecta mi necesario aislamiento de los que en cuestión de minutos serán mis clientes, ese frágil hilo que requiere de la amabilidad que el público merece y que tanto cuesta cuando te encuentras en el espacio imaginario entre lo profesional y lo social, ese momento en el que todo el mundo te dice que tienes la mirada perdida. Y en medio de esta maraña de sensaciones incómodas sé que nada de esto hubiera pasado si él no existiera. Porque si él no existiera, Carlos y Jhul habrían cenado hace rato, nadie tendría prisa, porque él nos convirtió en personas ocupadas y preocupadas, porque sin él