Para Volver A Llorar
Eran las doce de la noche, había dormido una hora en dos
días. Me recosté en la cama lenta y cuidadosamente convencida de que mi cuerpo
se volvió cristal. Tuve la suerte de dormirme al instante. El reto era
mantenerme inconsciente hasta que sonara la alarma que anuncia ocupaciones.
Tres horas después, como si de un bote de
ketchup se tratara, la tristeza aplastó mi cuerpo para que vomitara el llanto.
Abandonada en la oscuridad, ni siquiera la fuerza en mi sollozo me distrajo de
mis reflexiones y recreé en mi mente lo inevitable. Sólo soy un número, alguien
totalmente reemplazable, ahí estuve yo, pero podría estar otra, como otros
estarán, porque las personas no buscan personas, buscan personas que les
proporcionen cosas y ese día que dejes de ser el medio para su fin volverán la
cabeza a ese trozo de carne con ojos en el que te convertiste una mañana.
Y
yo, que siempre creí en creer, que soñaba con pasiones, con amores locos que te
persiguen, con amistades inquebrantables, con cosas que no terminan, excelencia.
Todo eso se acabó, solo soy una cifra en movimiento que activa el mundo, este
mundo loco que gira incesablemente, quizá por aburrimiento.
cuanta verdad coloreada con hermosa poesía!
ResponderEliminarsaludos desde Uruguay!
Esa realidad aplastante que relatas me parece un espejo. Y no sé que decir porque nada se le dice a tu reflejo.
ResponderEliminarExcelente amiga. No dejes de escribir. Te extrañaría demasiado.
me encanta!!!
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