¿Y si no fuera yo?
Hay días en los que me siento extremadamente bella, y miro a
los hombres con esa altivez propia de la que se sabe inalcanzable, y aconsejo a
las mujeres sin alma con esa maldad velada disfrazada de ternura que se afirma
superior en cada frase. Con respuestas precisas, decisiones justas,
aparentemente lúcidas, que solo buscan regodearse de una seguridad que no
existe.
Me valgo de las argucias del lenguaje, engatuso a esos
pobres diablos de léxico ajustado, intuyo su impotencia. En la niñez jamás
imaginaron cuánta falta le harían las palabras. Ahora yo, grandiosa, me impongo
ante ellos, manejo el discurso, cambio de máscara a mi antojo, manipulo su
moral, bailo con sus pensamientos…rápido, lento, llora, ríe, para, sigue…pero
nunca dejan de mirarme. Están perdidos, presos de una marea verbal, presos de
las olas dibujadas por las ondas de mi voz. Respiran si yo respiro, y si callo,
arquean las cejas alimentando mi ego.
En los días como hoy, podría mirar al mismísimo Dios frente
a frente y decirle: “No sé lo que tienes preparado para mí, pero hoy mando yo”
Entonces llega el terror… ¿y si no fuera yo, disertadora vulgar con el único
afán de medirse en la oratoria?
Qué poder, qué peligro tienen las palabras.
¡Oh sí! El poder de las palabras es más que inmenso. Es terrible pues igual te llevan a las alturas que te hunden en la miseria. Y en medio, todos los demás estados.
ResponderEliminarExcelente amiga.